jueves, 7 de noviembre de 2013

La Ouija telefónica

Elizabeth Kübler-Ross. Estudió medicina y psiquiatría y se especializó en estudios sobre la muerte y psiquiatría. Según su propio testimonio, la necesidad de estudiar científicamente qué experimentaban los moribundos surgió en su juventud, tomó la decisión de participar como voluntaria, junto a equipos norteamericanos, en la recuperación del campo de concentración recién liberado de Meidaneck, Polonia.
Las experiencias científicas de la doctora Kübler-Ross permiten confirmar que la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida., aunque yo lo único que entiendo es que cada amigo que nos deja en ellos se va un trocito de nosotros.
La vida no enseña que no es mucho más que eso: la fe de ella que dan quienes nos conocen. Y el día que nadie nos pudiera conocer seríamos como muertos sin enterrar.
Vivimos en tanto que vivimos en alguien. La muerte es el desconocimiento, la indiferencia. Por eso uno se niega a borrar los números de los amigos muertos. Después de todo, nuestra memoria entera está hoy en el "flash" de un móvil, y borrarlos sería como matarlos para toda la vida.
Anoche, por error, pulsé la tecla de un amigo que me falta, y a cada hora recibí luego, por dos o tres veces ( como los golpes que da la vara de San José en la puerta de los agonizantes), el mensaje absurdo: "el número.....sigue sin estar disponible".
Sé de una gran persona desaparecido en cuyo número contesta ahora una voz femenina. Esta democratización telefónica es implacable y sobrecoge como el destino.
¡ Ay, el destino! Si Nietzsche cifraba su destino en estar atado a una rueda de problemas, nosotros hemos de cifrar el nuestro en estar atados a una rueda de números, y hasta puede que llegue el día en que la tecnología resuelva el conflicto entre éste y el otro mundo sustituyendo la "ouija" de vaso por la "ouija" de teléfono, para cuando vayamos quedándonos solos como en una selva en la que no dieran sombra los árboles, la inmortalidad es memoria.
Temblor de verano ausente, en el otoño del recuerdo.

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