sábado, 17 de agosto de 2013

¡ El turista gamberro !

Si hay algo que me descoloca un poco, pese al escaso margen de sorpresa que a uno le deja ser súbdito español, y tener los cuarenta y tantos cumplidos, es la facilidad de algunos compatriotas para salir en la tele sorprendiéndose ante lo obvio. Lamentándose de pronto, pancarta en alto, lo que se veía venir hace algunos años, sin otra bola de cristal que el sentido común. Se ha podido contemplar en algunas televisiones e in situ en algunas zonas de marcha de la costa malagueña: grupos de turistas jóvenes, ebrios y gamberros, mientras los vecinos ponen el grito en el cielo y las autoridades locales miran para otro lado, preguntándose qué habían hecho ellos para merecer esto. Nuestros gobernantes presumiblemente orgullosos de tener esta "cosa bailona" para que se gaste algunos cuartos en la ciudad, sin descartar que algún político esté haciendo la postura de la esfinge, es decir la del trincón.
Los españoles debemos de lamentarnos y se nos cae la cara de vergüenza cuando observamos estas imágenes en una amplia parte del litoral mediterráneo,  ya que se está convirtiendo en una cochinera donde viene a recalar el turismo más cutre y bajuno de Europa. La meca de la chusma cervecera, bailona y vomitona, a veinte euros por noche.
Vaya por delante que turismo basura hay en todas partes, aunque hay algunos países como el italiano que mantiene una oferta turística de alta calidad, con lugares donde el turismo de mayor nivel económico y exigencia, incluida la cultural, también se encuentra a sus anchas; al menos, de momento. Sitios, esos, que viven no sólo de la cantidad de botellas de agua, bocatas y pizzas recalentadas de turistas de menos recursos, dignísimos y con todo el derecho de pasar unas excelentes vacaciones, pero también de esos que gastan 200 euros por barba sin que les tiemblen la cartera.
Pero eso hay que currárselo y hacer compatible los dos tipos de turismo. Aunque lo fácil es montarlo con docenas de torres de apartamentos y hoteles baratos, trescientas hamburgueserías y discotecas, barriles de cerveza en cada esquina y señoritos municipales tolerantes con el guiri que antes de caer en coma etílico o matarse haciendo el gilipollas tirándose desde el balcón (balconing), el último caso es un súbdito alemán que se encuentra en estado crítico que se lanzo de un tercer piso de un hotel del Arenal; estos gamberros se desnudan, orinan, rompe y vomita a espuerta. Reconvirtiéndose todo el comercio, locales, bares, tiendas, adaptándolo a esa subespecie de clientes. Sin exigir, si quiera, que se pongan la camiseta cuando entran descalzos y rascándose los huevos o el chichi, y que echen la pota en otra parte. Para hacer combinar ese turismo inevitable con el de categoría hace falta cultura, tradición, inteligencia y previsión a medio y largo plazo; y sobre todo, no puede inspirarse en la frase " mañana Dios dirá"
Si uno piensa fríamente ¿ cuánta riqueza generaría para toda una región , orientada a un turismo de calidad con servicios impecables?.
Lo nuestro, sin embargo, es otra cosa. Cuando seis o siete mil turistas alemanes, ingleses o del país que sea, empastillados y borrachos, a los que le da igual estar en Lloret de Mar, Calviá o en la Conchinchina porque van ciegos, lo ponen todo patas arriba haciendo en manada lo que en su país no le permiten hacer, y los escasos Agentes de la Autoridad se ponen de pronto cumplidores de la ley y tiene que correrlos a porrazo, porque sino le pegan fuego a la ciudad.
Le echamos la culpa a los dueños de las discotecas y a la putrefacción de los valores de la juventud. Obviando que llevamos años pidiendo a gritos esa clase exacta de turistas; y para complacerles, beneficiándonos de sus miserables migajas, transformamos muchos de nuestros pueblos costeros en barras al aire libre, liquidamos el comercio tradicional y convertimos a nuestros hijos en servidores y camareros de chiringuito, lamiéndole las chanclas a la gentuza de toda Europa.
Por eso tiene gracias ahora, cuando recogemos los frutos de nuestro esfuerzo, de ese pan para hoy y hambre para mañana. Los Alcaldes, comerciantes y vecinos que por acción u omisión han sido complices de ese grotesco negocio, se lleven las manos a la cabeza.
Olvidando que quien pide la música luego tiene que bailarla. Porque ya tenemos suficiente con la fauna autóctona que poseemos en nuestro país.
Todo los turistas son bien recibido en España, mientras respeten un mínimo las normas de convivencia y no infrinjan reiterativamente el Código Penal.