No podía ser dañino. Era simplemente inteligencia práctica. Debes hacer una transferencia bancaria periódica, solamente la programas online y fuera preocupación. Gracias a la memoria de mi ordenador, no fallaría jamás. Después quise descargarme los números de teléfonos y correos electrónicos de mis amig@s; fueron a parar a una agenda electrónica en la nube. Podría recuperarlo desde cualquier dispositivo en cualquier parte del mundo. A continuación hice que mi navegador almacenara toda mi historial de navegación y contraseñas. Así podría recuperar toda la información vista años antes y para que hacer ese inútil esfuerzo de almacenar en mi memoria la dichosa contraseña. También me deshice de mis absurdos libros, cd, dvd y albúmes de fotos de la juventud, conservándolo exclusivamente en la nube y sus versiones digitales; adiós sentimentalismo inútiles. Por último tiré hasta la librería.
En la limpiada estancia al fin reinaba el orden. Había logrado ganar espacio, aligerar mi mente de memorias estrafalarias y liberarme de los lastres emocionales. Podría concretar toda mi capacidad intelectual en menesteres verdaderamente importantes. Meses más tarde era incapaz de retener un número de teléfono y las contraseñas. Olvidaba en el acto los nombres y caras de las personas que me presentaban. Necesitaba consultar mi teléfono u ordenador para tomar cualquier decisión. Hasta que un día olvidé que en qué país vivo y cómo me llamo. Sé que un día mi ordenador me devolverá de golpe mi memoria. Me aplastara con todo lo que quise olvidar.
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